Desde el interior observan

24.5.09

Onlytodieforme

La vida transcurría normalmente. Un día sin sobresaltos, un día más, podría decirse; casi aburrido. La extrañaba. Así que levanté el teléfono y la llamé sin pensarlo.

Yo – Hola…
Ella – Hola, qué pasa?
Yo –…
Ella – Fran, qué pasa? Estás bien?
Yo – Eh, sí, sí… No, no pasa nada… Yo sólo… Nada
Ella – Decime, munito. Sabés que podés hablar conmigo.
Yo – Te extraño…
Ella – Je… Yo también, hace mucho que no hablamos, no? Querés que nos juntemos a tomar un café?
Yo – Dale. Al final nunca te traje a conocer el shopping de acá... Querés venir así tomamos nuestro café y después vamos al cine?
Ella – Dale! Sí, sí quiero!
Él – Sí! Una más, una más…
Yo – Bueno, nos vemos ahí mañana?
Ella – Síp! Besote, te quiero...
Yo – Yo también.

Había comenzado el viaje. Todavía no sabía cómo iba a matarla, pero ya había sellado su destino. La iba a mandar allá donde la Eternidad, la Inmortalidad y el Amor se juntan a jugar a las cartas y tomar café. Esos eran mis objetivos: inmortalizarla y llenarla de amor eternamente. Quería que fuese especial, que fuese único, que nada pudiera superarlo. Con eso en mente, me puse a consultar literatura pertinente: busqué miles de casos de homicidios en Internet y ninguno me convencía. Así que puse mi cabeza en funcionamiento. Al cabo de un rato, encontré lo que buscaba en los rincones más recónditos de mi mente. Al otro día, me adelanté a Ella y la fui a buscar. “Oh, qué sorpresa! Pensé que nos íbamos a encontrar allá”, me dijo con su carita de ángel. “Sí, pero se me ocurrió algo mejor”, le contesté. Y salimos para casa. Durante el trayecto hablamos de todo, en realidad Ella hablaba y yo escuchaba. Para ser sincero Ella hablaba y yo repasaba todo lo que había planeado. Llegamos a casa y yo no dejaba de pensar. Sexo. El sexo era la clave de todo. Tenía que encamarla para poder lograr mi objetivo ulterior: que fuese único, inolvidable... inmortal.
Entramos a la casa y subimos a mi habitación. Empecé a decirle algo que ahora no recuerdo, algo sin importancia, para distraerla. Cuando vi que estaba dispersa, la tomé de los hombros y la besé. La besé larga y apasionadamente. Quería olvidarme de todo y entregarme a su cálido beso, pero no podía dejar las cosas así. Tenía que obedecerme y eternizarla. Mientras la besaba, la tumbé en la cama y empecé a quitarle la ropa. Ella no opuso resistencia. Cuando la tenía totalmente excitada y a mi dispocisión, agarré la soga que había preparado y le até las muñecas. “Nos vamos a divertir un rato”, le dije, con una sonrisa de lascivia en la cara. “Sí, dale, sí quiero!”, aulló, totalmente excitada. Agarré la otra punta de la cuerda y la pasé por la viga del techo. Tiré de ella lentamente hasta izarla y dejarla apoyando apenas las puntas de los pies en la cama. Al verla así, Alfred se convirtió en un animal.

Él – Dale, dale, la cojamos así como está!
Yo – No.
Él – Por qué!? Qué tiene de malo, si hasta Ella lo quiere!
Yo – No. No es para eso para lo que la trajimos acá.
Él – Bah! Vos y tus objetivos estéticos y espirituales de mierda!
Yo – Volvés a decir eso y el próximo sos vos. No le vamos a hacer nada más de lo que planeé, ok? Ahora sentate ahí y callate.
Él - …

Agarré el cuchillo y la miré. Me miró un poco asustada. Le sonreí y le dije que todo iba a salir bien, que iba a llevarla a un lugar mágico donde iba a ser inmortal y eterna como los ángeles. Fue ahí cuando se dio cuenta de lo que le esperaba y empezó a llorar. Le expliqué que no debía sentirse engañada ya que lo que yo más quería era amarla por siempre, por eso fue que antes de matarla tuve que encamarla y excitarla: para que pudiera llevarse mi amor con ella. Pedía por favor que no le hiciera nada, pero la Eternidad y la Inmortalidad la esperaban. Me paré en la cama frente a Ella, me acerqué y al tiempo que le daba el último beso le hundí el cuchillo en el vientre. Sus ojitos se hicieron enormes. Por un instante casi pude ver adentro suyo a través de sus ventanas. Acompañando el caer de sus párpados mi cuchillo subió por su vientre abriéndola casi por completo. Debía apresurarme, debía terminar antes de que su corazoncito se detuviera para siempre. Tenía que hacerla un ángel antes de que se me acabara el tiempo. Así que metí mis manos en sus entrañas y de un tirón descomunal abrí sus costillas hacia fuera. El crujido fue una canción celestial para mis oídos. Con su propia sangre le escribí un “Te amo” en la frente para asegurarme de que tuviera mi amor en la Eternidad. Me bajé de la cama y contemplé mi obra de arte: Ahí estaba, a punto de volar hacia la Inmortalidad mi ángel con alas de sangre.



[Bueno, el flay es el siguiente: Es un jueguito que no sé quién habrá iniciado pero a mí me lo pasó Ameliah... La bocha es así: hay que escribir algo con las palabras vida, amor, literatura, sexo, cine y viaje. Después se lo pasás a 6 personitas más. Mis personitas son (muahaha): Gui, Kane, Lucero, Ananda, Dan y Edur]

16.5.09

Guerr(a)-ini

Nada que hacer. El aburrimiento me podía. Estaba solo en la casa y el estado de inactividad en el que me encontraba disparó el recuerdo. El placer, la adrenalina, la sensación de bañarme en un río de endorfinas. Todo eso al matar a la indefensa enfermera. El recuerdo del placer me llevó a lo otro que pensaba en aquel momento: Guada. Buscaba una excusa para traerla a la guarida del león. Revolvía entre mis cajones mentales buscando algo, lo más mínimo que sirviera para traerla, hasta que en uno de esos cajones lo encontré: Una peli…

Teléfono.

Guada – Hola?
Frank – Guadita! Te pinta una peli en casa?
Guada – De pecho, bo!
Frank – Dale, venite… Jejeje
Guada – Y la risa esa?
Frank – No, nada… No sé. Bueno, nos vemos en un ratito, besito.
Guada – Dale!

Listo. La tenía en la bolsa. Unos cinco minutos después llegaba Guada. Ya empezaba a sentir el cosquilleo en mis manos. El cosquilleo que experimenté al ver la cara desencajada de la enfermera. El cosquilleo pasó de mis manos a mis brazos y subió todo el camino hasta la nuca. Ya no aguantaba más, pero me obligué a esperar.

Alfred – Dale, dale…
Frank – Aguantá un poco, si lo hacemos ahora y rápido nos vamos a aburrir
Alfred – Gggrrrr… Dale!
Frank – Silencio! Esperás.
Alfred – Fuck.

La llevé directo al living. Estaba todo cuidadosamente preparado: el sillón grande con una mantita, la salamandra calentando el ambiente, el home a todo volumen y una película bastante densa y aburrida. Todo perfecto para que se durmiera y yo pudiera hacer lo mío. Nos sentamos en el sofá y empezó la película. No pasó mucho para que pasara lo que había previsto. Se durmió apoyada en mi hombro. Cuando me moví para empezar con la faena, abrió los ojos. Me quedé quieto. Afortunadamente todavía dormía. Me tomé mi tiempo para pensar cómo acabaría con la belleza que tenía al lado mío…

Alfred – El cuello, el cuello! Le arranquemos un pedazo de cuello con los dientes!!!
Frank – Puede ser, puede ser… Me llaman la atención sus ojos…
Alfred – Se los arranquemos, si!

Dos movimientos que fueron relámpagos y una mano se asió a su cuello y la otra se posó firmemente sobre sus ojitos. Quiso gritar pero el cuello oprimido se lo impidió. Pataleó y forcejeó como no esperaba que lo hiciera. “Shhh, quietita…”, la calmé. Me miró aterrada, interrogándome con la mirada. “Bien, te explico", le dije. "La bocha es así: desde que me ataqué a mí mismo, no soy más el Frank de siempre. Ves esta marquita que me quedó en la cara?" Me corrí las vendas. El horror y el asco se hicieron presentes en su cara. “Bueno, esto es la marca que representa la locura que cargo adentro… Y medio que ya me harté de esconder esa locura..." Sus lágrimas me mojaban las manos. “Si te estás preguntando si es sólo por locura… Bien… Sí, y por que disfruto verte llorar". Los dedos de la mano que se posaba sobre sus ojos se hundieron en sus órbitas, haciendo un enchastre de sangre por todos lados. El grito que expulsó me puso la piel de gallina. Las patadas y manotazos que tiraba hacían el trámite bastante difícil, pero muy muy entretenido. El alarido se prolongó más de lo necesario, así que lo ahogué con un apretón al cuello. Y seguí presionando ambas manos en su lugar hasta que quedó quietita, inmóvil, cómo debía quedar para siempre. Me levanté y contemplé su estaticidad. Sentí un amor incontrolable por ese cuerpo inerte… Me emocioné por la belleza de lo que había creado. Y mientras me volvía a acomodar las vendas en la cara, unas lágrimas de amor puro hacia mi arte corrían por mis mejillas.