Desde el interior observan

30.6.09

Frankinthemirror

Desperté y me encontraba en un lugar horrendo. Las paredes estaban hechas de lo que aparentaba ser carne. Las columnas eran de hueso puro. Era un lugar perturbador, las paredes no estaban nunca estáticas, siempre se movían. Con tan sólo verlas un momento, el estado de descompostura que experimentaba era tal que no podía mantenerme en pie. Me paré dificultosamente. Intenté caminar, pero el viento era terriblemente fuerte y venía cargado de a arena fina. Castigaba el rostro como un látigo, pero tenía que salir de ese lugar espantoso. Necesitaba un soporte, la cortina que colgaba de la pared servía perfectamente a tal fin. Cuando la así, la tuve que soltar al instante. Mi horror era inmensurable. Era piel lo que colgaba de la pared, no una cortina. Decidí burlar al viento y huir en dirección contraria, me paré y di media vuelta. Comencé a caminar y de pronto el viento estaba castigándome el rostro nuevamente. Quise enfrentármele y seguir mi camino, pero algo a mis pies me hizo tropezar. Un tentáculo amorfo y enorme sobresalía del contorno escurridizo de la pared. Fue ahí cuando note la presencia de varios tentáculos idénticos en toda la habitación. Se movían de forma errática y arrítmica. Pero en su arritmia, se notaba que buscaban algo, tanteaban, tropezaban, volvían a tantear. Era aterrador.
El viento cambió de dirección una vez más y se arremolinó en el centro del techo. Al tiempo en que el viento subía a encontrarse en ese vórtice, del techo del salón empezó a llover sangre. Un torrencial de sangre caía sobre mi cabeza, mientras el viento se juntaba con su arena en el centro del techo. El sonido agudo que producía el mismo viento, comenzó a rasgar mis tímpanos. Parecía el aullido de las almas en pena tragadas por el Infierno. Tumbado sobre el mugriento piso, pensaba en lo poderoso que tenía que ser el viento para reproducir ese aullido y me quedé helado. La vi pasar frente a mis ojos. Era sin duda alguna un alma en pena que estaba siendo succionada por el vórtice. La vi ascender en contra de su voluntad y al instante la siguió otra y otra y otra más. Las almas que pasaban frente a mis ojos eran miles. Y el aullido del viento, no era del viento. Era el lamento de las atormentadas almas que estaban siendo arrastradas al Infierno sin más. No era posible. Estaba volviéndome loco seguramente. El Infierno no existe. Las almas en pena tampoco. Paro aún así lo estaba viendo con mis propios ojos. Las veía y sentía su sufrimiento cuando me miraban con sus cuencas vacías.
De repente, todo se hizo negro. Todo se hizo silencio. La lluvia de sangre cesó. Los aullidos de las almas se cortaron. La velocidad del viento bajó a cero. Los tentáculos dejaron de moverse. Las paredes se hicieron rectas al fin. Estaba parado. Y al frente mío estaba el cadáver destrozado de alguien a quién no conocía. Estaba espantado.

Frank – Qué pasó!?
Alfred – Jejeje…
Frank – Qué fue todo eso!?
Alfred – …
Mike – Contale. Merece saberlo.
Frank – Qué!? Qué merezco saber!? Qué fue todo eso, por Dios!?
Alfred – …
Mike – Sigh. No le vas a contar?
Frank – Déjense de idioteces y diganme ya que fue lo que pasó!
Alfred – Oh, está bien!
Mike – Sí, contale.
Alfred – Al fin pasó, Frank.
Frank – Qué!?
Alfred – Perdiste el control totalmente.
Frank – Qué control!? El control de qué!?
Mike – Te ganó esta vez.
Alfred – Eso. Te gané.
Frank – No puede ser… No, no puede ser…
Alfred – A ver... Todo eso que viviste recién... Es lo que vivo yo día a día en tu enfermo inconsciente.
Frank – No…
Alfred – Sí! Ahí me tenés encerrado siempre! Y hoy, por primera vez, logré encerrarte yo a vos y tomar el total y completo control de nuestro cuerpo!
Frank – Es mí cuerpo!
Mike – Nuestro… cuerpo.
Alfred – Por fin has visto lo que tengo que vivir yo todos los días de mi existencia! Te creés que me encanta estar ahí!? Sentiste que te volvías loco, no? Sentiste que perdías la razón completamente y estabas a punto de darle paso al desquicio total! Qué carajos te creés que pasó conmigo!? Ah? Qué mierda te creés que pasó conmigo, Frank!? Es por culpa tuya y tu asquerosa mente enferma que yo soy así!!!
Frank – Basta, callate! Siempre fuiste una bestia instintiva, siempre fuiste un animal rabioso!
Alfred – Por que siempre me tuviste ahí…
Mike – Tiene razón…
Frank – Silencio! Esto es entre él y yo!
Mike – Como quieras. Pero mientras ustedes arreglan sus diferencias, yo me voy a divertir un rato…

24.6.09

ByeByeBeautiful

Entré a la habitación contigua y ahí estaba, desnuda, atada sobre la mesa. Lloraba. Balbuceaba palabras en un idioma que no entendía. Supongo que imploraba perdón. Pero en ese momento no me importaba nada, quería descargarme. Tantas ilusiones robadas, tantos sueños destruidos… Debía robar las ilusiones y destruir los sueños de alguien más para sentirme en paz otra vez. Ya había analizado suficiente la situación, así que me propuse hacer lo que tenía que hacer.
Me acerqué a ella y le acaricié una mejilla. Con una expresión de pánico, retiró su cara de mi mano. El chasquido del cachetazo retumbó en las paredes. Seguía llorando un río de lágrimas. Empecé a mostrarle mis instrumentos. Cada cosa que sacaba se la paseaba frente a los ojos, para que viera bien lo que le esperaba. Se lo tenía merecido. No eran sólo mis ilusiones las que había robado. Habiéndole mostrado todo, me dispuse a trabajar.
Agarré el destornillador para empezar. Empapé la punta de la herramienta en tinta para marcarla por siempre. A la fuerza y acompañado de sus alaridos le dibujé un tatuaje entre sus pechos. “CULPABLE” apareció en una marca roja y negra en su pecho. Gritaba como nunca hubiese podido gritar. Yo me extasiaba con cada alarido. Contemplando la marca, agarré el cuchillo. Ella se removía en la mesa, tratando de librarse de sus ataduras, pero era en vano. Nada iba a impedir que la descuartizara. Con el cuchillo en mano le rasgué la piel de los muslos de arriba abajo, dejando al descubierto su carne. Sus gritos llegaron a una intensidad inusitada. Su desconocido idioma seguía insultándome, supongo. La división anatómica de sus músculos era perfecta. Podía diferenciar claramente a cada uno de ellos, lo cual facilitaba mi tarea enormemente. Introduje el filo donde se unían dos músculos. Con cuidado de no rasgar la carne, separé un cuadriceps entero. El jugo rojo que manaba estaba todavía caliente. Lo palpé un poco y se lo tiré en la cara. La poca cordura que le quedaba hasta ahora dio lugar a la total insanidad y a la histeria. Sus gritos ya no eran de una persona, eran gritos dignos de un animal rabioso. “Dale, gritá. A ver si te sale llegar a sus notas”, le dije con desprecio. Acto seguido, continué separando músculos cuidadosamente. La tarea se había vuelto realmente complicada. Tenía las manos bañadas en su asqueroso jugo rojo y caliente, el cuchillo se me resbalaba de las manos, la misma carne era una porquería escurridiza. Con furia por no poder proseguir, levanté el cuchillo y lo enterré en lo poco que quedaba de muslo llegando hasta el hueso. El cuchillo quedó incrustado de tal manera que me fue imposible recuperarlo con las manos bañadas en sangre.
Privado de mi instrumento favorito, agarré las tijeras. Le abrí unas fauces en la base del abdomen. Sus gritos cesaron, su cara se transformó en una horrible mueca de sorpresa y dolor cuando introduje mi garra en su interior y jalé con todas mis fuerzas sacando un bollo amorfo de vísceras. Dos, tres, cinco, siete metros de intestinos quedaron desparramados en el suelo mientras ella gritaba totalmente horrorizada por lo que le estaba pasando. Me reí. Me reí a carcajadas. Aunque sabía que no me entendía le dije, jactándome “Te lo merecés! Te lo merecés, puta inmunda! Vos te llevaste todas nuestras ilusiones, destruiste algo que amábamos… Y ahora, tenés que pagar por eso." La miré mientras iba perdiendo el conocimiento. Un cachetazo bastó para traerla de nuevo. "A ver si podés mantener las notas como ella" le dije, mientras metía la mano en el hueco que le había practicado. Busqué, busqué y encontré algo que se movía sistemática y constantemente. Lo apreté con todas las fuerzas que me permitía el reducido espacio. Su grito casi me parte los tímpanos. Un hermoso fa sostenido hasta el último aliento. Cuando cesó, supe que había muerto. Saqué la mano y traté de limpiármela con sus propias vestiduras tiradas en el piso…

Frank – Y así es como ajusticiaríamos a Anette Olson, chicos.
Alfred – Jajaja! Sí!!!
Mike – Bah, una animalada. Dónde está la maquinación, el planeamiento, la psicología?
Alfred – Vos callate, no entendés nada!
Mike – El que no entiende nada sos vos, animal!
Frank – Se callan los dos. Mike, así sería y punto. Lo que ella hizo es una animalada. Una animalada se merece.
Mike – Son unos Neandertales los dos…
Alfred – Y vos una nena…
Frank – Oh, mierda! Así va a ser siempre!?
Alfred – …
Mike – …

18.6.09

Les Liasons Dangereuses

Para celebrar la reciente victoria que habíamos obtenido uniendo nuestras mentes, decidimos juntarnos a destapar unas cervezas en algún barsucho de Córdoba. Llegado el día del encuentro y la hora apropiada, nos encontramos. Ya nos sabíamos amigos, así que las primeras cervezas fueron más que amenas. Un poco más tarde, influenciados por el alcohol, comenzaron las charlas más bien profundas…

Frank – Te atrae la idea de la Muerte?
Gustav - No sé si atraerme, pero que me he puesto a pensar en eso, seguro.
Frank – Y qué pensás?
Gustav – Pienso que es frustrante no poder ver el momento de transición entre la vida y la muerte desde afuera.
Frank – Yo sí puedo…
Gustav – Qué?
Frank – Nada, nada. Y eso te hace pensar que es feo morir?
Gustav – La muerte nunca es agradable.
Frank – Yo no lo creo así. La Muerte puede ser lo más lindo que a uno le pase en la vida, por más irónico que suene.
Gustav – No entiendo.
Frank – Todo depende de cómo se lo tome uno. Para mí la Muerte es lo mejor que me pasó.
Gustav – Cómo lo mejor que te pasó? Estás en pedo ya.
Frank – Jajaja, no, no. La Muerte es creación, Gustav, creación sublime.
Gustav – Creación de qué? Y de quién?
Frank – De uno, che! Uno crea con la Muerte.
Gustav – No, no sé a dónde querés llegar.
Frank – Te querés morir ya, Gustav?
Gustav - …
Frank – Digo, si tuvieses la oportunidad de morirte ahora mismo… Qué elegirías?
Gustav – Seguir viviendo.
Frank – Después de muerto podés seguir viviendo. Vivís como recuerdo en la mente de los demás. Sos inmortal. Qué mejor que ser inmortal?
Gustav - No sé, no creo que sea así...

En ese momento saqué la 9 y la puse sobre la mesa. Gustav se quedó tieso, no tenía idea de qué iba a pasar. Aún así, no parecía nervioso ni asustado. Parecía como si estuviese más bien cómodo, como si algo de alguna manera le dijera que todo iba bien y que no había de qué preocuparse.

Frank - …
Gustav - …
Frank – Agarrala. Sentí su peso en tu mano. No te sentís con un poder sobrehumano? Con un poder capaz de destruir y crear al mismo tiempo?
Gustav – Y… La verdad que sí.
Frank – No te gustaría crear algo? Ser el creador único de algo igualmente único?
Gustav – Es una idea tentadora, pero no. No te voy a matar, Frank.
Frank – Jajaja! No, no. Nunca insinué eso.
Gustav – Entonces?
Frank – Entonces… Ponetela en la boca.
Gustav – Qué? Seguro?
Frank – Sí. Te estoy ayudando a ser el único creador de algo igualmente único.
Gustav – Pero...
Frank – Pero nada! Ahí en tus manos tenés el instrumento para crear eso! Te estoy dando una oportunidad única y no la tomás!
Gustav – Pero, no sé. Nunca pensé en esto como en creación.
Frank – Bueno, es momento de que lo pienses.
Gustav – Ayudame. Por favor.
Frank – Mirá, la Muerte es la creación de todo. Mediante la Muerte podés crear cosas hermosísimas. Yo lo he hecho varias veces ya...
Gustav – Pero cómo!? Cómo manejás a la muerte!?
Frank – No. Es obvio que nadie puede manejar a la Muerte.
Gustav – Pero qué hago?
Frank – No te dije ya? En las manos tenés el instrumento de la Muerte. El instrumento de la creación. Mirala. Sólo mirala... Mirá el cañón, el percutor, el gatillo... No te inspiran poder? No te inspiran la sensación de que podés crear cosas únicas?
Gustav – ... Sí.
Frank – Ahí tenés a tu musa. Mirala, inspirate. Vas a ver que te va a salir algo hermo...

El estampido sonó por demás fuerte. La gente del bar salió corriendo en todas direcciones sin entender nada. Aproveché la confusión para acercarme a lo que quedaba de Gustav. Le quité el arma de las manos y le dije algo al oído mientras todavía estaba lo suficientemente consciente como para entenderme.

Frank – Te dije que yo podía ver la transición entre la vida y la Muerte desde afuera. También te dije que la Muerte nunca es fea… para mí. Y también te dije que la Muerte fue lo mejor que me pasó en la vida. Irónicamente, la Muerte me hace sentir vivo…

Sintiéndose manipulado, una lágrima rodó por su deshecha mejilla mientras moría. Me alejé del cadáver y salí afuera. Mientras iba hacia mi parada conversaba con él.

Frank – Wah, estuvo genial Alfred. Por fin dejaste de lado al animal que llevás dentro y usaste la cabeza!
Alfred – Qué cabeza? Yo estaba en otra recién.
Frank – Cómo!? Y a Gustav quién lo mató!?
Alfred – Y si no fui yo, sólo quedás vos…
Frank – Pero yo sentía que era otro el que controlaba la situación!
Alfred – Mierda! Otro más!?
--- – Sí… Otro más…
Alfred – Y vos quién puta sos!? Decí ya quién sos!
--- – Mike.
Frank – Carajo, dos ahora?

Este Mike me dio mucho más miedo del que Alfred me pudo dar jamás. Sólo con hablar con la gente podía generar los mismos resultados que Alfred. Callado, mientras Alfred y Mike discutían a los gritos, trataba de pensar cómo iba a controlar a estos dos.

10.6.09

SCAR-lett

El celular sonando me sacó del aula. La pantalla del teléfono la acusó: Scarlett. Ya sabía para qué llamaba. Pensé en dejar que sonara y dilatar más el asunto, pero era en vano. Para qué lo inevitable? Si no es hoy, es mañana, así que atendí...

Frank – Scarlett…
Scarlett – Hola, Frankito bonito!
Frank – Ya sé, ya sé... Tu café.
Scarlett – Sí! Café!
Frank – Dónde?
Scarlett – El Olmos, te gusta?
Frank – Te veo ahí en 15.
Scarlett – Jum!

Me quedé parado en el pasillo un instante, maquinando. Iba a conocer a alguien que no conocía. Alguien nuevo en quién probar cosas nuevas. Probar… Hacía tiempo ya que la idea se me había ocurrido. De hecho, hacía tiempo ya que él lo había propuesto. Al principio ni se me ocurría pensar en eso, pero desde que nos reconocí como a una sola persona, empecé a abrazar la idea.

Alfred – Sé lo que estás pensando…
Frank – Y qué te opinás?
Alfred – Al fin! Cuánto hace que te dije?
Frank – Bueno… Vamos a ver qué onda…

Entré de nuevo al aula para buscar mis cosas y salí del edificio. Cuando llegué al punto de encuentro, ya me estaba esperando. Me saludó muy efusivamente, como tantas veces me había dicho. Fuimos a tomar el café. Ella hablaba muchísimo. Hablaba de todo. Yo la escuchaba fascinado. Pero mi fascinación no pasaba por lo que decía ella, ni si quiera pasaba por ella... ni cerca. La fascinación que me paralizaba pasaba por lo que yo estaba pensando; y su voz me alentaba a seguir ese hilo de pensamiento. En un momento dado, no sé de qué hablaba y la interrumpí.

Frank – Scarlett… Vamos a casa?
Scarlett – …
Frank – Es que quiero que me conozcas bien. Si te muestro mi casa, mis cosas, mis libros, todo… vas a tener una idea más clara de lo que soy. Te pinta?
Scarlett – Sí, dale, vamos. Me gustaría conocerte en serio.
Frank – Genial, vamos.

Durante el trayecto a casa, en el auto sucedió lo mismo que en el café. Su voz me hizo entrar en trance otra vez. No podía dejar de pensar en eso. Todo el camino lo hice con eso en mente. Llegamos a casa. La hice entrar y no pude aguantar más. Entré detrás de ella, la tomé por el cabello y la mesa quedó hundida donde impactó su frente. La arrastré del pelo por toda la casa, mostrándole mis cosas. Para que me conociera. Cuando hubo mirado todo, la senté en una silla y la golpeé incansablemente con los puños, con el dorso de las manos, hasta con los codos. Su voz, devenida en alaridos, seguía fascinándome. Así que no lo pensé más y fui a buscar las tijeras. Cuando volví con ella y la agarré de la cara, sus ojos me revelaron que lo había comprendido. Comenzó a implorar piedad. “Mientras más hables, peor es para vos…”, le susurré al oído. Le abrí la boca la fuerza y le introduje la tijera. Bastó un leve movimiento para crear una cascada de sangre que manaba de su boca... y obtener el producto de mi fascinación. Cayó sobre su regazo. Mientras ella seguía escupiendo lágrimas y sangre, yo levanté lo que buscaba. La llevé a la altura de mi cara y la metí en mi boca. Era gomosa, difícil de deshacer. Estuve un rato masticando y comiendo su lengua mientras a ella se le escapaba la vida con cada chorro de sangre. Finalmente, pude incorporar lo que tanto me fascinó durante todo el día. Irónicamente, en el mismo instante en que yo gané eso, Scarlett perdió la vida.

4.6.09

Thegratestofwishes

El aire puro del campo me estaba haciendo bien. El sol se iba poniendo, el campamento ya estaba armado, el asado en la parrilla... Faltaba el fogón. Como todos estaban ocupados, agarré el hacha y empecé a subir por el monte buscando leña seca. Iba distraído pensando en nada mientras subía. Cuando quise acordar, el terreno había dejado de ascender y me encontraba en una planicie boscosa. No sé por qué pero no me extrañó. Seguí caminando un poco con mi leña seca en mente hasta que llegué a un claro. En el medio del claro había un árbol caído, y sobre el tronco de éste estaba sentada una mujer. Me quedé boquiabierto. Cuando me acerqué, se dio vuelta apresuradamente, como si la hubiese sorprendido mientras hacía algo… o mientras esperaba a alguien. Cuando me miró a los ojos, su mirada se tranquilizó y me sonrió. “Te estaba esperando”, me dijo. Yo no podía creer a mis ojos…

Frank – A mí…?
Ella – Sí, a vos te estaba esperando.
Frank – Eeemmm… Cómo te llamás?
Ella – Faye, me llamo Faye…
Frank – ...
Faye – No me vas a preguntar por qué te estaba esperando?
Alfred – No me importa eso... Ahora tenés otro propósito...
Frank – …Para qué me esperabas? Por qué yo?
Faye – Por que te estuve observando últimamente… Y sé que tenés algo adentro que querés sacar.
Alfred – Nadie quiere sacar a nadie!
Frank – Mmm… Puede ser…
Alfred – No!
Faye – Sí, te estuve siguiendo y me di cuenta de que podés necesitar mi ayuda. Vení sentate conmigo así hablamos sobre eso.

Y me senté a su lado. Hablamos un rato largo. Para mi sorpresa, sabía todo. Todo lo que hice, todo por lo que pasé. Y para mi mayor sorpresa, quería ayudarme. Seguimos hablando un rato largo. Yo intentaba por todos los medios diplomáticos que conozco sacarle más información de la que me daba. Hasta que me cansé. Cuando le dije que me iba a asegurar de hacerle cosas terribles si no me decía de una vez por qué tenía tanto interés en mí, me las mostró. Eran perfectas, inmaculadas, sin una sola mancha. Hasta parecía que irradiaban luz. Me mostró sus alas de mariposa. Translúcidas, pero de los colores más preciosos que jamás había visto en mi vida. "Ahora entiendo... Faye significa hada", le dije con toda la fascinación del mundo. Estaba maravillado. Durante mucho tiempo había buscado a mi musa, a mi hada, a mi ninfa... Y resulta que ella me estaba esperando. Su sonrisa despedía destellos de luz. El solo hecho de ver esas frágiles alas me hizo desear tenerla, que sea mía.

Frank – Vas a ser mía…
Faye – Siempre fui y siempre voy a ser tu hada.
Frank – Yo sé lo que te digo… Vas a ser mía…
Alfred – Sí, sí! Yo también la quiero. Dale, hagamos lo nuestro!
Faye – No te entiendo…
Frank – Ya vas a entender. Vas a ser mía y sólo mía.
Faye – Por supuesto, soy TU hada…

Y la abracé. La calidez que sentí, no la sentí nunca antes. Estaba decidido. Iba a ser mía, y me iba a tomar todas las precauciones de que no fuese de nadie más. Mientras nos abrazábamos, contemplaba sus alas. No lo pensé más. De un tirón rasgué sus frágiles alitas de hada. Las manos me quedaron manchadas con sus escamas de colores. Seguí rasgando el tul que nacía de su espalda, lo rasgué y lo hice jirones. Ella nunca se quejó. La solté y me alejé un poco. Vi que lloraba. “No llores”, le dije, “No estés triste. Vas a ser mía y sólo mía, no ves?” Ella asintió, pero seguía llorando. “Yo quiero ser tuya. No así, pero si esto es lo que te hace feliz… te lo permito”. Sus palabras me sorprendieron. Los ojos se me inundaron de lágrimas. Vacilé un instante.

Alfred – No! Ni se te ocurra!
Frank – Tranquilo que lo vamos a hacer. Nuestra hasta el final...
Alfred – Bieeen!

Retrocedí hasta donde había dejado caer el hacha. Cuando regresé al tronco caído, Faye todavía estaba sentada llorando, con sus alitas destrozadas. Me acerqué y levanté el hacha sobre su cabeza. Me miró por última vez, me sonrió, y antes de que bajara el hacha me dijo: "Desde que nací que supe que iba a estar con vos". Se escuchó un golpe seco y un salpicón escarlata me manchó la cara. Estuve parado junto al cadáver de mi hada un rato hasta que decidí volver.
Cuando llegué al campamento ya tenía pensada la excusa para explicar el manchón de sangre y las escamas de colores en mis manos. Cuando me vieron, sus caras se transformaron. Me esperaba lo peor...

Enano – Culiado!!!
Frank –…Yo… esteee…
Tata – Nos estamos cagando de frío acá, culiadazo! Y la leña!?
Frank – …La leña… Eeemmm…
Alfred – No se dan cuenta!? Qué mierda pasa?
Frank – No, lo que pasa es que no encontré ningún árbol seco...
Alfred – Pero pará! Por qué no ven la sangre, las alas!? Qué pasa!?
Enano – La re concha de la lora! Y qué hago con el frío?
Tata – Te lo metés en el orto… Jajaja!
Enano – Jaja!
Frank – Je… jeje… je…
Alfred – Acá pasa algo raro…

Nunca comentaron nada sobre la mancha de sangre que me cruzaba la cara, ni las escamas de colores de sus alitas… Lo cuál me lleva a pensar: Qué pasó y qué no pasó? Al fin perdí completamente la cabeza? Alfred… existe?