Desde el interior observan

17.3.09

Cable a tierra

Luego de un día no muy bueno, lleno de inconvenientes, algunas discusiones y malos ánimos y humores iba en el T deseando poder descargar todo. La impotencia, la incertidumbre, la indecisión, habían hecho estragos en el castillo de naipes que es mi estado mental, y necesitaba desesperadamente sacar toda la porquería de adentro. Así que lo llamé.

Frank – Alfred, dónde andás?
Alfred – Acá, como siempre. Qué querés?
Frank – Descargar
Alfred – Ya elegiste a quién?
Frank – Tomá… Controlá vos
Alfred – Bien hecho, bien hecho…

Hacía rato ya que el hombre que estaba sentado en el asiento que estaba frente a mí me molestaba. No por que hubiese hecho algo para molestarme, si no por que su sola existencia me molestaba. No dejaba de moverse, constantemente arrellanándose en el incomodísimo asiento de plástico. Su celular no dejaba de iluminarse bajo sus dedos inquietos, los cuales sólo soltaban el teléfono para enredarse en su pelo grasoso o para mover sus ridículos lentecitos. Cada tanto saludaba amablemente a algún conocido. Eso me repugnaba aún más: cómo podía ser que él sonriera constantemente mientras yo me devanara los sesos dándole vueltas una y otra vez a la misma cuestión que me acosó durante todo el día? Cómo? Sin darme cuenta, había elegido a mi víctima.

Alfred – Vamos a esperar a que se baje y nos bajamos con él
Frank – Cómo quieras
Alfred – Puedo hacer lo que yo quiera?
Frank – Sí, hoy no te voy a detener en nada, ni una palabra, no me importa nada
Alfred – Cómo no estás así todos los días!?

Llegamos al Portón de Piedra y para mi sorpresa nuestro personaje se bajaba en la misma parada que nosotros. Eso me facilitaba mucho las cosas. Cuando se bajó, caminó en dirección al sitio baldío de la esquina. Lo seguí con cautela. Para mi favor, el alumbrado público no estaba funcionando. Al llegar al baldío, lo llamé y le pregunté la hora. Se paró y buscó su celular. Cuando bajó la vista, lo golpeé con toda mi fuerza en la cara, otra vez, una vez más. Desorientado, quiso gritar pidiendo ayuda, pero lo tomé por el cuello y apreté hasta dejarlo inconsciente. Lo arrastré las dos cuadras que nos separaban de casa. Llegué y lo metí en el taller. Busqué un trapo, nafta y alambre. Embebí el trapo en nafta hasta empaparlo y lo metí en su boca para mantenerlo atontado. Lo subí al banco de trabajo y lo até fuertemente con el alambre. Al cabo de un rato de estar atado, despertó, con sus facultades muy reducidas por los vapores de nafta.

Tipo – Eeehh… mmmhhh… Qué pasa?
Frank - …
Tipo – Qué vas... a hacer?
Frank – Descargar un día de mierda
Tipo – No me hagás nada… por Dios
Frank – No es en contra tuya, necesitaba un cable a tierra. Vos estabas cerca. Un hecho fortuito
Tipo - No... No hice nada!
Frank - Pero necesito hacer catarsis...
Tipo – No… no!

Le puse el trapo con nafta de nuevo en la boca. Con una tabla trabé sus rodillas. Sus ojos se desorbitaron. Tomé un martillo que había por ahí. Cuando descubrió lo que me proponía quiso gritar pero presioné el trapo y lo adormeció. Llevé el martillo hacia atrás, y con la potencia que me brindaba la frustración del día descargué un terrible golpe en su rodilla derecha, rompiéndola al instante. El trapo ahogó el alarido. El hueso sobresalía de la piel, manchando los alrededores con sangre.
Vi un destornillador. Se me escapó una risita y lo agarré. Lo clavé como la mordedura veloz de una víbora en el muslo izquierdo. Una vez más, mi maravilloso trapo tapó el sonido. Cuatro veces más perforé el muslo, creando pequeños ríos de sangre. "Ahora qué, ahora qué?", pensaba agitadamente, contento por la descarga. Seguía pensando cuando se me dibujó una tenaza en la mente. Mientras buscaba por todos lados una jodida tenaza, el loco se removía sobre la mesa, tratando de liberarse inútilmente. Al fin di con la herramienta que buscaba. Me acerqué, ni siquiera me detuve a ver su expresión, sólo buscaba desahogar la ira acumulada. Tomé uno de sus dedos y lo puse entre los dientes de la tenaza. Se resistió en vano, ya que vio caer uno de sus dedos al suelo.
Todavía quería más sangre, más dolor, más alivio. De nuevo agarré el martillo y golpeé repetidamente su torso, dejando marcas moradas dónde se había desgarrado el músculo y rojas heridas en la piel dónde se habían astillado las costillas. En ese momento, perdió el conocimiento. Él había llegado al límite del dolor y la tortura para alguien normal.
Como se hallaba inconsciente del todo, decidí que ya había tenido suficiente descarga. Con el mismo destornillador desgarré su garganta de lado a lado. Lo desaté y lo tiré al suelo. Tranquilo, dejé que los perros limpiaran el enchastre, mientras hablaba conmigo mismo…

Alfred – Y? Mejor?
Frank – Sí, ya solté la locura de hoy
Alfred – Genial
Frank – Sigh
Alfred – Gracias por dejarme trabajar tranquilo
Frank – No te acostumbres…

7 Víctimas:

asdasdasd dijo...

Jaja!! que piola!! yo lo ubiera seguido haciendo caca jaaa

Cuidado que se viene mi Rose Mary interior!! decile a Alfred que se cuide!

Anónimo dijo...

en el lugar equivocado a la hora equivocada. y en el asiento equivocado tambien no?

Anónimo dijo...

Oh, me siento culpable de este asesinato!!!

Frank dijo...

Agarrador de Hermanas: Hace cuánto venís amenazando con el Rose Mary ese que encima tiene nombre de gay?? A ver si apurás el trámite. Y te aclaro: NO-TE-TENEMOS... MIEDO!

Edur: Y con la cara equivocada, y los ademanes equivocados... No sabés el asco que me produjo ese loco!

A. de Ella: Por qué será? Jejeje, mentirita. Besines.

Anónimo dijo...

Ohoohohohooh!!
Viste!


(Muahaha, en el fondo me siento partícipe de algo Marabilloso, oh si.)

Anónimo dijo...

Soy un asco escribiendo...

Allek dijo...

preciosos espacio...
pasa a dejarte un abrazo...