Desde el interior observan

24.6.09

ByeByeBeautiful

Entré a la habitación contigua y ahí estaba, desnuda, atada sobre la mesa. Lloraba. Balbuceaba palabras en un idioma que no entendía. Supongo que imploraba perdón. Pero en ese momento no me importaba nada, quería descargarme. Tantas ilusiones robadas, tantos sueños destruidos… Debía robar las ilusiones y destruir los sueños de alguien más para sentirme en paz otra vez. Ya había analizado suficiente la situación, así que me propuse hacer lo que tenía que hacer.
Me acerqué a ella y le acaricié una mejilla. Con una expresión de pánico, retiró su cara de mi mano. El chasquido del cachetazo retumbó en las paredes. Seguía llorando un río de lágrimas. Empecé a mostrarle mis instrumentos. Cada cosa que sacaba se la paseaba frente a los ojos, para que viera bien lo que le esperaba. Se lo tenía merecido. No eran sólo mis ilusiones las que había robado. Habiéndole mostrado todo, me dispuse a trabajar.
Agarré el destornillador para empezar. Empapé la punta de la herramienta en tinta para marcarla por siempre. A la fuerza y acompañado de sus alaridos le dibujé un tatuaje entre sus pechos. “CULPABLE” apareció en una marca roja y negra en su pecho. Gritaba como nunca hubiese podido gritar. Yo me extasiaba con cada alarido. Contemplando la marca, agarré el cuchillo. Ella se removía en la mesa, tratando de librarse de sus ataduras, pero era en vano. Nada iba a impedir que la descuartizara. Con el cuchillo en mano le rasgué la piel de los muslos de arriba abajo, dejando al descubierto su carne. Sus gritos llegaron a una intensidad inusitada. Su desconocido idioma seguía insultándome, supongo. La división anatómica de sus músculos era perfecta. Podía diferenciar claramente a cada uno de ellos, lo cual facilitaba mi tarea enormemente. Introduje el filo donde se unían dos músculos. Con cuidado de no rasgar la carne, separé un cuadriceps entero. El jugo rojo que manaba estaba todavía caliente. Lo palpé un poco y se lo tiré en la cara. La poca cordura que le quedaba hasta ahora dio lugar a la total insanidad y a la histeria. Sus gritos ya no eran de una persona, eran gritos dignos de un animal rabioso. “Dale, gritá. A ver si te sale llegar a sus notas”, le dije con desprecio. Acto seguido, continué separando músculos cuidadosamente. La tarea se había vuelto realmente complicada. Tenía las manos bañadas en su asqueroso jugo rojo y caliente, el cuchillo se me resbalaba de las manos, la misma carne era una porquería escurridiza. Con furia por no poder proseguir, levanté el cuchillo y lo enterré en lo poco que quedaba de muslo llegando hasta el hueso. El cuchillo quedó incrustado de tal manera que me fue imposible recuperarlo con las manos bañadas en sangre.
Privado de mi instrumento favorito, agarré las tijeras. Le abrí unas fauces en la base del abdomen. Sus gritos cesaron, su cara se transformó en una horrible mueca de sorpresa y dolor cuando introduje mi garra en su interior y jalé con todas mis fuerzas sacando un bollo amorfo de vísceras. Dos, tres, cinco, siete metros de intestinos quedaron desparramados en el suelo mientras ella gritaba totalmente horrorizada por lo que le estaba pasando. Me reí. Me reí a carcajadas. Aunque sabía que no me entendía le dije, jactándome “Te lo merecés! Te lo merecés, puta inmunda! Vos te llevaste todas nuestras ilusiones, destruiste algo que amábamos… Y ahora, tenés que pagar por eso." La miré mientras iba perdiendo el conocimiento. Un cachetazo bastó para traerla de nuevo. "A ver si podés mantener las notas como ella" le dije, mientras metía la mano en el hueco que le había practicado. Busqué, busqué y encontré algo que se movía sistemática y constantemente. Lo apreté con todas las fuerzas que me permitía el reducido espacio. Su grito casi me parte los tímpanos. Un hermoso fa sostenido hasta el último aliento. Cuando cesó, supe que había muerto. Saqué la mano y traté de limpiármela con sus propias vestiduras tiradas en el piso…

Frank – Y así es como ajusticiaríamos a Anette Olson, chicos.
Alfred – Jajaja! Sí!!!
Mike – Bah, una animalada. Dónde está la maquinación, el planeamiento, la psicología?
Alfred – Vos callate, no entendés nada!
Mike – El que no entiende nada sos vos, animal!
Frank – Se callan los dos. Mike, así sería y punto. Lo que ella hizo es una animalada. Una animalada se merece.
Mike – Son unos Neandertales los dos…
Alfred – Y vos una nena…
Frank – Oh, mierda! Así va a ser siempre!?
Alfred – …
Mike – …

1 Víctimas:

Frank dijo...

A pedido del Enano.

(Gesto señorial en señal de respeto)