Desde el interior observan

4.8.09

Ardía-na mi mente

La tarde estaba demasiado tranquila en el gimnasio, no había casi nadie y la música no ayudaba a mitigar el tedio. Encima estaba ella. Ella, con su personalidad secante, con sus preguntas de niña de cinco años y con su cara que no ayudaba a mitigar el odio. Tedio, odio. Odio, tedio. No son buenos compañeros.
Su estúpida personalidad no le permitía ver que no la soportaba. Se acercaba cada dos por tres a preguntar alguna estupidez digna de ella. Yo respondía con los dientes apretados. Intentaba relajarme y pensar en otra cosa, pero era imposible. Él se iba despertando poco a poco.
Observaba atentamente cómo Adriana lidiaba con su máquina. Renegando con la palanca que infinitas veces le habían enseñado a mover... Y aún así no entendía. "Es una imbécil... La rompamos...", me susurraron al oído. No le hice caso. Discutía conmigo mismo, cuando se acercó a pedirme ayuda. Sólo la miré y procedí a ayudarla. Mientras lo hacía, ella escupía idiotez tras idiotez. Idioteces que impacientaban cada vez más a Alfred. Logré controlarlo un poco y volví a mi asiento a observar el accionar de Adriana. El tedio y el odio crecían cada vez más. En determinado momento ella dejó caer una pesa al suelo que partió varios cerámicos. Al instante sentí cómo una ráfaga de viento cálido pasaba a mi lado. Era Alfred tomando el control.
Con toda la furia contenida salté por encima del escritorio como un demonio. En un abrir y cerrar de ojos estaba parado a su lado. La tomé de los hombros y mientras le decía que iba a ser la última vez que hiciera una de sus idioteces le apliqué toda la fuerza de empuje que pude sacar de mis músculos. Su frente dio de lleno contra uno de los caños de la máquina. Gritó. A diferencia de otras veces, sus gritos me irritaban aún más. No podía concebir que un ser tan idiota pisara el mismo suelo que yo, respirara el mismo aire que yo. Y otra vez su frente besó el caño, esta vez dejándole una marca de su labial rojo… rojo sangre. Sus gritos habían alterado a la otra persona que había en el gimnasio, que se acercó rápidamente. Al ver la escena, intentó detenerme. ¿Para qué? Fue peor para él. La ira de Alfred se canalizó directamente hacia su persona. Una patada en el pecho lo sentó en el piso. Una patada en la cara lo acostó en el piso. Me aseguré de que Adriana no se movería de su charco de sangre y lágrimas y tomé a su "salvador" por las piernas y lo arrastré hacia el fondo del local. Lo dejé tirado a un lado y fui en busca de una barra. Cuando volví, intentaba pararse pero un golpe de la barra en su espalda acabó con todo intento de ponerse de pie. Otro golpe más y una de sus piernas quedó inmovilizada en un ángulo imposible. Aún otro golpe y su espalda se partió estrepitosamente. Jadeaba, pero no de placer. Estaba cansado, quería acabar con todo de una vez por todas. Quería acabar con la estúpida Adriana y su estúpido defensor. Un último golpe de la barra y la cabeza del cuerpo a mis pies se abrió como una calabaza desparramando todo su contenido por el piso.
Volví con Adriana. El susto y la conmoción habían hecho estragos con su mente. Balbuceaba algo tendida en su charco de sangre. “Parate”, le grite. No me hizo caso. Estaba realmente perdiendo los estribos. No podía aguantar un segundo más su idiotez. “Parate”, le rugí por segunda vez. Mi grito la atemorizó y se puso a llorar a los gritos como la idiota que era. No pude más y la levanté de los pelos. Ella chillaba como un chancho en el matadero. Todavía tomándola por el cabello la arrastré hasta donde estaba el cadáver de su "salvador". La tiré de bruces al suelo. Su cara quedó alineada con la cara destrozada del muerto. En ese momento toda cordura que pudo haber tenido la abandonó completamente. Empezó a querer taparse los ojos. Hacía de todo para no ver la expresión reventada de ese cráneo deshecho. Gritaba como si la estuviesen atravesando con un hierro ardiente. Su locura llegó al máximo. Comenzó a arañarse sus propios ojos con tal de no ver lo que tenía en frente. Yo no soportaba sus gritos, era demasiado. No podía más. La ira era mi único escape. Y el odio hacia ella, mi único móvil.
Me senté a horcajadas sobre su vientre y comencé a golpearle la cara con mis puños. La golpeé una vez, dos veces, tres veces. La golpeé incansablemente. Mis puños empezaron a pasarme factura y el dolor en los nudillos se hacía insoportable. Una mancuerna apareció en el rabillo de mi ojo. La tomé desesperadamente y la estrellé contra su cara. En el preciso momento en que la mancuerna le rompió el tabique ella dejó de gritar. Pero la mancuerna siguió golpeando. La golpeé con mi instrumento de destrucción incontables veces. Mientras la azotaba dejé de ver. Mis ojos se habían vuelto hacia atrás, quedando en blanco completamente. De mi boca empezó a salir una espesa espuma. La locura se había apoderado de mí. La golpeé hasta que su cabeza quedó hecha una masa amorfa de huesos, carne y órganos deshechos. Seguía golpeando. La sangre lo manchaba todo. Mi ropa, mi cara, la pared, el piso. Todo era color rojo.
Aún golpeaba la mancuerna sobre esa masa incomprensible cuando sentí que algo me sacudía de los hombros.
El sacudón era cada vez más fuerte. No tuve otra opción que volver mis ojos a su posición normal. La luz me cegó.

Tata – Waso, pará! Qué mierda estás haciendo!?
Frank – Gggaaahhh!!! La odio, la odio!
Alfred – Sí, sí! Volvete loco!
Tata – Y ahora qué mierda hacemos!?
Frank – Haa… haa…
Alfred – Ahora te toca a vos, jejeje!
Frank – Ayudame… Ayudame a limpiar todo esto y a esconder estas dos cosas… Por favor!
Mike – No conviene. Nos puede salir mal.
Tata – No sé, waso, no sé!
Mike – Te lo dije.
Frank – Dale! No me podés dejar en banda así!
Alfred – No, lo matemos! Él va hablar!
Mike – Dejame a mí.
Frank – Tata... Por Dios, ayudame. Ayudame y todo va a estar bien.
Tata – Qué palomón, culiadazo!
Mike – Duda. Todo mal. Dejame…
Frank – No!, No quiero!
Tata – Qué!?
Frank – No quiero hacerte nada, ayudame!
Alfred – No se puede, no va a salir. Hay que matarlo.
Mike – Dejame.
Frank – Nooo!
Tata – Fran, qué mierda te pasa!?
Frank – Ayudame!!!
Tata – Carajo mierda, está bien!
Alfred – Está mal... Todo está mal.
Mike – No conviene…

Y Mike se hizo con el control.

2 Víctimas:

Ananda dijo...

Era sólo cuestion de tiempo para que Adriana cayera en las manos del despiadado Alfred... pero Tata no!

Frank dijo...

No puede ser Fraulein, no puede ser Tata, no puede ser nadie!!!

Carajo!