Desde el interior observan

20.2.09

Me llevé una parte de ella que no sobraba

La dureza de Sven Väth golpeaba mi nuca desde la parte trasera del auto. La voz gutural me incitaba a entrar en diálogo con Alfred: “Talk to your ghost, find out who you are!”. Repitiéndose durante casi ocho minutos, no dejaba de retumbar en mis oídos. Al fin me cansé y decidí hacerle caso.

Frank – Alfred… andás por ahí?
Alfred – Siempre
Frank – Sigh… Me querés decir de dónde saliste?
Alfred – Siempre fui parte tuya, Frank. Nací con vos, como pasa con todos los animales. La Naturaleza proporciona a todo ser vivo un instinto agresivo para evitar ser comido, que en la mayoría de los casos se convierte en instinto asesino cuando se necesita cazar para comer. Un instinto con tanta violencia con resultado de muerte que lo damos en llamar el instinto de muerte. Un instinto que lleva a matar o a morir según el papel que le toque realizar a cada partícula de vida. Un instinto tan aterrador para la conciencia del hombre que habitualmente preferimos olvidarlo, a pesar de que él no se olvida de nosotros.
Frank – De mí, no se olvida de mí, acá no hay ningún nosotros!
Alfred – Somos dos, Frank, no te olvides
Frank – De todos modos ahora los humanos no tenemos depredadores, no estamos en peligro de ser comidos por otro animal ni necesitamos cazar para comer. Así que no sé por qué estás acá!
Alfred – Esperá que no termino. La agresividad humana destinada por la Naturaleza para defendernos de las bestias y para la caza, al verse desprovista de propósito principal, se centra en otros objetos.
Frank – No te entiendo del todo…
Alfred – Otros objetos… como el que acabo de elegir. Vamos.

Intenté controlarlo, intenté con todas mis fuerzas, pero como siempre su fuerza de voluntad fue más grande que la mía. Nos encontrábamos muy cerca de la casa que había elegido. Subí por Chacabuco hasta el 1296. Me bajé del auto y llamé al 5º C.

Vicky – Hola?
Frank – Hola, Vicky! Andaba por acá y pasé a saludarte, como mañana no puedo venir...
Vicky – Qué bueno! Ya bajo

Me saludó con un abrazo, de esos que sólo una amiga incondicional sabe dar. Pasamos al dpto y abrimos la clásica Coca Zero con los clásicos Doritos. Empezamos a ponernos al tanto.

Frank – Y? Cómo te trata el calorcito cordobés?
Vicky – Mal, estoy triste. Me quiero volver a mi casa. No veo la hora de rendir para poder irme
Frank – Oh, Vicky! Me cansé de que siempre estés triste
Vicky – Bueno, así estoy. Qué querés que le haga?
Frank – Yo tengo algo que te va a sacar esa tristeza

Me levanté de la silla y fui a la cocina. Volví con un repasador y un cuchillo sujeto al cinto, oculto a mis espaldas. Ella me miró desconcertada. “Qué vas a hacer con e…”, quiso preguntar, pero ya era tarde. El repasador la amordazaba firmemente. La tenía sujeta con fuerza por los antebrazos. Forcejeó, pero le retorcí el brazo derecho y se calmó. “Ojito”, le dije. “no hagás fuerza que sólo va a ser peor. Además te quiero librar de tu tristeza, nada más". La obligué a que desacordonara sus zapatillas. Lo hizo con los ojos llenos de lágrimas. Al cabo de unos minutos me entregó los cordones con los cuales la até a una silla.

Frank – Bueno, Vicky. Dentro de un ratito, nunca más te vas a sentir triste de nuevo
Vicky – (Balbuceos bajo el repasador)
Frank – Qué? No querés? Todos quieren dejar de sentirse tristes, Vicky! Y vos, VOS, tenés la chance ahora!
Vicky – (Se larga a llorar desconsoladamente)
Frank – Vas a ver que no vas a estar más triste, ni vas a extrañar Rafaela…

Me acerqué con el cuchillo en la mano. De repente liberó uno de sus brazos de las ataduras. Mientras le hablaba momentos antes, logró aflojar las ligaduras sin que me diera cuenta. Me tiró un manotazo con tanta mala suerte que su mano impactó con el filo del cuchillo, cercenando un dedo. El grito que dio fue terrible, de no haber sido por la mordaza toda Córdoba se hubiese enterado de lo que pasaba en el 5º C de Chacabuco al 1296. Se llevó lo que quedaba de su mano contra el pecho y la apretó para detener un poco el río de sangre que manaba del muñón. En ese momento, de un solo tajo le dibujé una sonrisa roja en la garganta. La sangre brotó a borbotones mientras ella lloraba. Le quité la mordaza, sabiendo que ya era imposible para ella pronunciar palabra. Intentó decirme algo, pero un gorgoteo infernal fue todo lo que se escuchó. Quiso moverse pero la sangre se escurría con tal rapidez que sus fuerzas la abandonaron y sólo atinó a levantar la cabeaza y mirarme a los ojos mientras la vida se le escapaba. Finalmente, sus ojos azules se cerraron para siempre y quedó al fin inmóvil. La contemplé un momento: su remera y su pantalón regados de sangre, su mano mutilada, su abertura en la garganta, su cara pálida. Era una visión realemnte caótica y destructiva, pero aún así parecía en paz. "Listo, nunca más triste", reflexionó mi otro yo, "Ves como parece estar en paz? Un trabajo excelentemente bien hecho". Vi el dedo tirado y lo guardé en mi bolsillo. “Para recordarla como la buena amiga que era", dijo Alfred, “Es más, creo que con su último suspiro intentaba darnos las gracias… Lástima que sólo salio ese gorgoteo”.

6 Víctimas:

Guillermina dijo...

Mirá:
Alfred – Otros objetivos… como el que me acabo de imponer. Vamos.

EN esa parte, para seguir con toda la onda del instinto de muerte, y blabla, quedaría mejor poner: Otros objetos, no objetivos.

;)


Excelente este relato, muy psicológico, como me gustan.

Salud!

Ðąи dijo...

Igual, te falta sopa.. Pensá más como el Dr. Hannibal Lecter.. Sino sólo te dedicás a matar gente.. ¿Qué es lo que disfrutás?

Y para más sangre lo mismo si le amputabas una pierna y un brazo. Sigue vivo y se muere más lento.. Cosas así..

Necesito un Gary Oldman desfigurado, Frankis!

:P

Lindo igual ^^.

Talita dijo...

pero algo salió eh? algo salió

Talita dijo...

gracias! :) nos vemos por acá y por el lado de allá

asdasdasd dijo...

A mi me encanto, muy psicopata.

Saludos

Frank dijo...

Me alegro que le haya gustado, niño.